Definir con palabras la vida de un hombre, es difícil, porque rara vez los sentimientos y sensaciones pueden medirse con expresiones, a no ser que fuéramos poetas o pintores, y no es el caso… nosotros somos seres corrientes, con poca visión para muchos detalles… incompetentes a la hora de pintar, y poder crear con las pinceladas imágenes que salen del corazón, del alma, que se expresan a través de nuestras manos.
¡Gran dicha tiene, el que posee esa virtud!
Manuel Segarra, no era un artista de profesión, si lo era de sentimiento, de pasión, de intuición.
El vivía para la pintura… y fueron muchos sus cuadros, certámenes ganados, la obra poco importaba, parecen decir sus pinturas, pero no así el momento de retratar las costumbres, el entorno, las formas.
Su pasión eran los certámenes de pintura, sentirse observado por sus paisanos, poder conversar con ellos, mientras trazaba con pinceladas rápidas y nerviosas un boceto indefinido de la vida misma…
Pero hay algo más, podemos observar que se sentía atraído por San Feliu, varias perspectivas, diferentes épocas…
Tristemente falleció, dejando un hueco en el alma de los seres que le amaban, fueran familiares, o amigos…
Una enfermedad, terrible vino a buscarlo, o tal vez los ángeles, ya cansados de que pintara la Torre, y estuviera cerca del secreto, quisieron compartirlo con él, se lo llevaron, estamos seguros de que si existe un más allá, el estará reflejando en cuadros mágicos, las visiones del pasado y del futuro, con un caballlete de nubes, y un pincel de cielo.
Especialmente dedicado a él, por su nieta Sílvia.
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