Para el mundo, ser normal es guardar el secreto sobre las propias tareas y adaptarse a las leyes; ser fuerte consiste en dominar la inquietud que nos inspiran nuestras propias aberraciones; ser prudente consiste en imponer un límite a nuestros impulsos; ser justo consiste en castigar a aquellos que se evaden de la palabra y del compromiso dado.
Así, pues, el que obra solo y en función de si mismo es un provocador; o al menos un perturbador de este orden de rebaño, frágil, al que llamaré deber social... y que cada día nos imponen subliminalmente.
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